Los coches autónomos, que según todos los pronósticos serán una realidad a partir de 2025, modificarán paulatinamente las tendencias en materiales de carrocería y pintura, debido a la influencia que estos tienen en sus sistemas de detección de obstáculos. En este tipo de vehículos, los sensores y las unidades de procesamiento de información del entorno tiene un papel esencial, para detectar, por ejemplo, si el automóvil situado delante está acelerando o desacelerando, si está cambiando de carril, etc. Para que funcionen correctamente y se eviten riesgos para la seguridad, es importante tener en cuenta qué tipo de pintura y de material de carrocería deben llevar los vehículos para que sean fácilmente identificables para los coches autónomos.
Según informan desde GT Motive, algunos de los actuales vehículos podrían ser considerados por un coche autónomo como un obstáculo complejo de detectar y monitorizar debido a su pintura: los colores oscuros absorben más luz infrarroja que los claros, lo que altera el funcionamiento de los sensores basados en láser.
Por esta razón, los vehículos negros reducen las señales reflejadas el 50% respecto a los blancos, unas señales utilizadas por los sensores lidar que son vitales en los actuales vehículos autónomos.
Además, las pinturas metalizadas, tan habituales en la actualidad, también suponen un problema en los vehículos autónomos, ya que bloquean las ondas ultrasónicas. Por ello, es recomendable evitar los parachoques con capas metalizadas, ya que, incluso los sensores de radar montados en parachoques pueden tener algunas de sus señales bloqueadas por los sustratos de pintura.
Con respecto a los materiales de la carrocería, éstos también influyen en la reflexión de las ondas y señales. El plástico, por ejemplo, no refleja con la misma efectividad que el aluminio y el acero, de modo que dificulta la detección del vehículo por los sensores.
Todas estas limitaciones a la identificación de vehículos por su color o material no significan que un coche pudiera llegar a ser imposible de identificar. Así, un vehículo con carrocería de fibra de carbono negro no “desaparece” para los radares detectores de infracciones de tráfico, pero sí resulta más difícil de reconocer entre el tráfico por los sistemas que portan otros vehículos de su entorno.
Hasta la generalización de los vehículos autónomos tenemos unos cuantos años para disfrutar de vehículos con colores oscuros o metalizados. Llegado el momento, quizá sea aconsejable optar por colores más “seguros”, o modificar el color del vehículo en función de las nuevas necesidades o tendencias del momento.
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