Hace ya más de una década que en Europa es obligatorio en todos los coches, motivo por el cual cada vez son menos los vehículos que no llevan ABS. Es, sin lugar a dudas, una de las innovaciones más relevantes en lo que a seguridad activa se refiere, pese a que en la mayoría de casos ni siquiera sabemos qué hace o cuándo entra en funcionamiento. Pero los datos no mienten. Son muchos los estudios que indican que evita más del 10% de los accidentes que se producen por alcance o en los que el sistema de frenado interviene decisivamente. ¿En qué consiste el ABS? ¿Cómo funciona? ¿Qué mantenimiento requiere? De todo ello vamos a hablar en esta nueva entrada del blog de Reynasa.
ABS son las siglas en inglés de sistema antibloqueo de frenos y se define como el sistema de seguridad activa del vehículo que se encarga de reducir la distancia de frenado al evitar que las ruedas se bloqueen y patinen. Interviene constantemente en las frenadas que realizamos (los sistemas modernos entre 15 y 18 veces por segundo), pero especialmente en aquellas frenadas bruscas o en condiciones adversas de asfalto, como puede ser con agua (para evitar el aquaplanning) o nieve, en las que la centralita que lo controla detecta que una o más ruedas tienen menor velocidad, lo que significa que está bloqueada o a punto de hacerlo. Es en ese momento cuando la unidad de mando da la orden de quitar presión al freno de esa rueda para igualar su velocidad de giro con la de las demás. Y es fundamental que no se bloquee ninguna rueda porque, de lo contrario, el vehículo seguirá moviéndose sin que el conductor tenga control sobre el mismo, con el consiguiente peligro que ello conlleva. Las ventajas que tiene un turismo con ABS de otro que no lo tiene son evidentes. Deceleración óptima, estabilidad durante la frenada y posibilidad de mantener la dirección durante la misma. Y en cuanto al uso, no hay que hacer nada anormal, pues el sistema trabaja de forma automática. No hay que reducir la presión sobre el pedal del freno ni frenar de ninguna manera especial, con excepción de frenadas de emergencia, en cuyo caso hay que pisar el embrague con el objetivo de que el motor no se cale.
Al pisar el pedal de freno, se empuja un líquido que transmite su presión a los frenos de las ruedas, siendo ese líquido el que rebaja la presión para que las ruedas se desbloqueen y vuelvan a girar. Para hacerlo, cada rueda lleva sensores conectado a una centralita del ABS que controla en todo momento el número de vueltas de giro. Cada vez que actúan las electroválvulas que aumentan o reducen el líquido de presión, el conductor puede detectar una ligera vibración del pedal de freno, aunque ya es prácticamente imperceptible en los sistemas modernos. Y en cuanto al mantenimiento del sistema, basta con seguir las recomendaciones del fabricante del líquido de frenos para su cambio periódico. De no hacerlo, es posible que acabe repercutiendo, no solo en la efectividad del ABS, sino en otros componentes como las electroválvulas o los neumáticos, que se desgastarán con mayor rapidez.
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